En el mundo actual, nos enfrentamos a un dilema que parece insuperable: equilibrar el trabajo y el cuidado de la familia y todavía me gusta más el concepto de “Armonizar” o “ Integrar” la vida del trabajo con la vida personal y familiar.

 La vida moderna nos presenta con mucha frecuencia una elección aparentemente ineludible entre trabajar o dedicarnos a nuestros hijos y al hogar. Este artículo aborda este desafío desde la perspectiva de la corresponsabilidad en el hogar y cómo esta puede dar sentido al trabajo y a la vida familiar.

Para comprender mejor este desafío, es esencial regresar a nuestras raíces y entender el plan divino para la humanidad y la familia. Muchos de nosotros apuntamos hacia metas como el éxito profesional, sin darnos cuenta de que flotamos en un mar de ideologías y en un mundo consumista que ha oscurecido el panorama, perdiendo de vista el valor de la familia como el núcleo central de nuestras vidas.

El matrimonio se presenta como una entrega mutua, un llamado al amor que enriquece y da fruto a nuevas vidas, para formar una nueva familia que aunque parece que el concepto es de la prehistoria, es con seguridad la institución que ofrece o debería ofrecer las mejores condiciones para que el ser humano o sea la persona pueda nacer, crecer, vivir y morir en familia. Basta que nos suceda algo cuando estamos fuera de casa, para que todos deseemos regresar, más aún si este está constituido como un hogar, donde hay una familia que nos espera.

Desde el principio de la humanidad, el trabajo y la familia están intrínsecamente unidos, y el propósito del trabajo es servir a la familia y el ayudar unos a otros, porque somos seres sociables y precarios que necesitamos de los demás, para nuestra subsistencia.

Sin embargo, en los últimos siglos, especialmente en las sociedades más desarrolladas, hemos experimentado una ruptura en esta conexión.

La familia y el trabajo, que solían ser complementarios, parecen irreconciliables en la actualidad. Las mujeres, por ejemplo, a menudo sienten que ser madres es un obstáculo para su desarrollo profesional, por lo que está postergando la maternidad en sentido contrario a la naturaleza, lo que puede implicar problemas de salud tanto en las mamás como en los bebés o de plano cerrándose a la maternidad.

Esta contraposición se relaciona con la crisis de la familia y la pérdida de sentido en el trabajo. Al perder el sentido de la familia, también hemos perdido el sentido de servir a través del trabajo, solo se ve como un medio para ganar dinero.

En muchos países occidentales, las empresas se presentan «como familias» y por el número de horas que se pasan trabajando en ellas, conviven más con las personas de su trabajo que con sus familias.

Sin embargo, no se trata solo de redistribuir tareas de manera equitativa. La verdadera solución radica en recuperar primero que nada el verdadero significado de la familia y el trabajo. La conciliación no depende únicamente de las leyes del gobierno o de la empresa sino de la importancia y reconocimiento al cuidado de la familia, estudiando las necesidades y posibilidades de cada familia, para lograr una armonía entre marido y mujer, quienes son los arquitectos de su hogar y son los que están en posibilidades de tomar con libertad las decisiones de trabajar fuera de casa y criar hijos, en que momento es adecuado y necesario sin dejar de considerar el trabajo en el hogar como un trabajo profesional que se traduce en servicio a la familia, no olvidándose de la necesidad imperante de organizar las tareas del hogar de modo que todos todos los miembros de la familia, colaboren porque “la casa es de todos”, de acuerdo con la edad, y las posibilidades de cada hijo a través de que haya un programa de encargos en la casa que fomenten la participación el aprendizaje del servicio y del trabajo bien hecho, porque como decía el Víctor García Hoz.

El hogar se convierte en el punto de encuentro entre la familia y el trabajo. Es un lugar de amor, de desarrollo de virtudes. La familia se convierte en el centro del amor y el hogar, donde los padres transmiten vida y forman a sus hijos, ya que es un centro de intimidad y también de apertura al mundo que nos rodea.

Esto necesita concretarse en acciones muy concretas, por ejemplo:

Recuperar la importancia de la mesa como un lugar para el diálogo, la convivencia y la educación es esencial, así como el agradecimiento y bendición de los alimentos. No es el momento de dar las quejas del comportamiento, las calificaciones, ni de ventilar problemas.

La comida puede ser sencilla, y al mismo tiempo balanceada en la parte nutricional, variedad de ingredientes, sabores y colores, cuidando que los platillos estén bien hechos, así como la parte económica y de dificultad.

Un dato curioso es que la Mamá de los Kennedy ponía un tema de interés general para que todos platicarán de eso y con ello, fomentar la cultura a la hora de la comida.

Finalmente lo primero será redescubrir la importancia del cuidado del hogar para la vida de todos y cada uno de los miembros de la familia, con ello dar un bienestar, calidad de vida que no depende de la economía sino valorar ese espacio donde la persona vive, convive, trabaja, descansa y principalmente se forma o educa en un espacio donde se fomenta el amor, el servicio y se resuelve la vida cotidiana con un proyecto familiar único e irrepetible para lograr solucionar la conciliación del trabajo y la familia.